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Pemex y el petróleo en México. Tesoro de la nación o botín de oportunistas (página 2)




Enviado por fplanc



Partes: 1, 2

Desde 1976, la industria
petrolera mexicana ha participado crecientemente  en
 el  mercado
internacional. Además de satisfacer la demanda
interna de hidrocarburos
y en un alto porcentaje la de la energía primaria, su
aportación como generadora de divisas mediante
la exportación de crudo, ha sido fundamental
para sostener la economía de nuestro país.

Por esa razón, los gobiernos posteriores a la
nacionalización y concretamente los surgidos desde la
década de los 80"s hasta nuestros días, muy poco
han hecho para construir un país con un crecimiento
económico y un desarrollo
tecnológico que termine con la nociva dependencia del
país de la venta de sus
recursos
petroleros. Petróleo, remesas, turismo e impuestos,
representan ingresos seguros que
componen la fórmula mágica para que los gobiernos
posteriores a la expropiación petrolera no trabajen ni se
esfuercen por desarrollar una política
económica que impulse al país a salir del
subdesarrollo
y del retraso económico para mejorar las condiciones de
vida de los mexicanos.

Pemex ha sido históricamente el soporte
económico del país, su excesiva carga fiscal
 le deja un raquítico margen financiero para crecer,
modernizarse y financiar sus proyectos
exploratorios, entre otros. Pero esa situación ya no es
sostenible, Pemex ya no debe ser descapitalizado para que pueda
alcanzar el crecimiento operativo y tecnológico que
requieren los tiempos actuales de competencia
global.

Por otro parte, es necesario reactivar la industria petroquímica, que después de su
etapa de crecimiento con grandes centros petroquímicos y
de su auge en los 80"s, se rezagó y la balanza comercial
de petroquímicos se volvió deficitaria. Este saldo
negativo ha aumentado en forma alarmante en los últimos
años, ante la falta de grandes inversiones,
lo que resulta en una falta de competitividad
frente a las grandes industrias
petroleras internacionales.

Tampoco hay que perder de vista que, aunque la economía
del país depende en gran medida de los recursos de
hidrocarburos, el
petróleo no es un recurso renovable. Por esa
razón, se deben crear las condiciones para que la
economía del país no dependa exclusivamente de la
venta de petróleo
al extranjero y se destine la mayor parte de la producción de los recursos petroleros para
el consumo
nacional para fortaleciendo con esto la industria mexicana, que
ayudaría a revitalizar la generación de empleos y
mejorar las condiciones de vida de todos los mexicanos,
impulsando el desarrollo
económico del país y dando lugar así a
una economía nacional más fuerte.

Vender materia prima
barata para después comprarla procesada a precios
elevados o vender petróleo barato para luego comprar
gasolinas caras no es un buen negocio en ninguna parte del mundo.
Es necesario aumentar la capacidad de refinación de la
paraestatal y reactivar la industria petroquímica en
México
para satisfacer la demanda nacional y acabar con la importación de productos
petroquímicos y petrolíferos, operando las
refinerías existentes a su total capacidad o creando otras
nuevas refinerías.

La paraestatal petrolera también requiere urgentemente
de grandes transformaciones estructurales y organizacionales. La
cultura
organizacional puede ser un impulsor o un inhibidor del
desarrollo de la empresa,
puesto que su influencia incide en la habilidad de toda la
organización para ser capaces de innovar y adoptar
cambios. La cultura
existente contiene creencias y valores que
muy a menudo son un obstáculo para generar iniciativas
hacia la innovación y un nuevo ambiente
organizacional.

Los puntos más sustanciales de ese cambio son
(por orden de importancia):

1.     Extirpar totalmente la corrupción (el más grave de los
problemas)

2.     Modificar su régimen fiscal
(que reduzca sus aportaciones al fisco)

3.     Darle autonomía de
gestión

4.     Reestructurar el Consejo de
administración

5.     Un nuevo modelo de
Gestión
de los recursos
humanos

Sin estos cambios sustanciales sería más que
complicado transformar a Pemex en una empresa
tecnológicamente moderna y competitiva, que no requiera de
ningún tipo de alianzas estratégicas y mucho menos
de apertura a la inversión privada, dos temas de grandes
controversiales que representarían un alto costo para la
soberanía y los recursos petroleros de la
nación.

1. Exterminio de
la
corrupción
en Pemex

La eliminación de la corrupción, el peor de los
males que aqueja a Pemex, permitiría que la paraestatal
mantenga su patrimonio
más consolidado, obtenga más ingresos y sea mucho
más eficiente al operar bajo principios
estrictamente de negocios o
empresariales. También ayudaría a que los proyectos
e iniciativas del cambio den los resultados esperados. La
corrupción esta anidada en todos los niveles,
departamentos y sectores de Pemex, influenciados de alguna manera
por la corrupción oficial que llega desde los Pinos. Es
una práctica cotidiana y bien arraigada, que abarca desde
los distintos niveles de la alta dirección hasta los empleados de niveles
inferiores. La corrupción está presente en todos
los sectores, en todas las subsidiarias, en los servicios
médicos, en los contratos
subrogados, en los proveedores de
obras y servicios. Está presente desde los concursos,
licitaciones y otorgamiento de contratos hasta en el saqueo de
productos y recursos de la paraestatal.

En este sentido, Pemex es una copia fiel de nuestro
país. A lo largo de la historia moderna,
México ha padecido los más ominosos saqueos y
defraudaciones, sexenio tras sexenio, derivados de las
prácticas corruptas oficiales y de la falta de capacidad
para administrar nuestra nación.
Sin embargo, a pesar de todo estos saqueos y sangrías,
México se ha mantenido de pie, se cae pero se levanta y se
dobla pero no se quiebra, gracias
principalmente a la abundancia y calidad de sus
recursos
naturales y humanos. En la paraestatal sucede lo mismo,
sexenio tras sexenio Pemex representa uno de los más
jugosos negocios del presidente y sus amigos, es una
fábrica de nuevos millonarios. Entre los más
recientes están los surgidos del sexenio pasado: los Fox,
Mares, Sahagún o Bribiesca y como se está empezando
a ver en la presente administración con los Calderón o
los Mouriño. Por esa razón, la corrupción en
Pemex es el último de los temas a tratar, el menos
preocupante y el menos discutido en la
administración actual, a pesar de que representa la
más grave de las condiciones en que se encuentra la
paraestatal y el punto de partida para gestar todos los cambios
importantes que necesita.

2. Nuevo régimen
fiscal

Los ingresos de la paraestatal son enormes. En 2007, Pemex se
ubicó como la firma petrolera más rentable en el
mundo, por encima del gigante petrolero Exxon Mobil. Sus
utilidades fueron superiores a la suma de las utilidades de las
treinta empresas
más grandes de México, sólo para darnos una
idea. Sin embargo, la carga fiscal a la que se le somete
propició que registrara pérdidas por 16,127
millones de pesos. Este balance negativo fue ocasionado por el
pago de impuestos al Fisco, que superaron a las utilidades, en
otras palabras, Hacienda cobró a Pemex impuestos por una
cantidad mayor a la de sus utilidades. Así, la imagen que se
tiene de Pemex es que año tras año registra
pérdidas, en lugar de utilidades; que sus pasivos ya
superan sus activos; que su
patrimonio se va reduciendo a nada. Obviamente, eso impacta en la
opinión
pública y crea una falsa percepción
de que Pemex es una empresa en
quiebra. Es cierto que la paraestatal petrolera tiene que aportar
ingresos al país, pero no tiene que ser la única
que financie al gasto
público, ni la que cargue con el más pesado
régimen fiscal que la convierta en una empresa
ineficiente. Lo que se requiere, es que Pemex tenga
autonomía financiera y que el Estado deje
de depender en su política
fiscal sólo de los ingresos que obtiene Pemex por la
extracción de crudo.

No es verdad que Pemex esté en quiebra y que necesite
abrirse a la inversión privada o hacer alianzas
estratégicas con petroleras internacionales. En estos
tiempos donde la carrera alcista de los precios del
petróleo parece no tener fin, si a la paraestatal se le
redujera sustancialmente su carga fiscal, con los ingresos
excedentes generados de la renta petrolera, Pemex podría
invertir en tecnologías emergentes, mantener en buenas
condiciones su infraestructura, reducir o liquidar su deuda,
adquirir las habilidades profesionales y la tecnología para
desarrollar trabajos de exploración, ampliar la
inversión en trabajos exploratorios para acrecentar sus
reservas o aumentar su capacidad de refinación
construyendo nuevas refinerías para dejar de importar
energéticos.

3. Autonomía de
gestión

Pemex requiere de una autonomía de gestión, en
el sentido de que se convierta en una administración autónoma y efectiva
de sus propios recursos, capaz de diversificar sus inversiones y
que pueda manejarse con libertad para
que sus ingresos se apliquen en proyectos de expansión y
modernización de la industria petrolera, en lugar de que
los excedentes del petróleo sean retenidos por la
Secretaría de Hacienda. No se trata de una
autonomía de gestión mal enfocada, que signifique
cambiar el estatus jurídico de Pemex para convertirla en
sociedad
anónima o para abrir las puertas a la iniciativa
privada. No una autonomía de gestión que signifique
libertad para gastar sin rendir cuentas a nadie,
contratar créditos, asociarse o migrar poco a poco de
la propiedad
estatal a la privada; ni que realicen negocios donde los
eventuales socios privados decidan unilateralmente, sin
obligación de rendirle cuentas a nadie.

Se trata de una autonomía de gestión que le de a
Pemex más independencia
en la toma de
decisiones estratégicas y que impulse a la paraestatal
petrolera para que tome el control sobre sus
recursos y pueda realizar las inversiones necesarias para la
modernización de su infraestructura y la
adquisición de nuevas
tecnologías y del know-how de las grandes
compañías petroleras. Con esto, Pemex podría
solucionar su situación actual y volver a figurar entre
las petroleras más eficientes y productivas del mundo.

4. Consejo de
Administración

Pemex es propiedad del gobierno mexicano
y lo administra mediante un consejo formado por seis secretarios
de estado y cinco
representantes del sindicato
petrolero y lo regula a través de la Secretaría de
Energía. Este es el mejor ejemplo de lo que no se debe
hacer en una  empresa petrolera internacional. No es
conveniente ni saludable la participación de un
número elevado de representantes sindicales, es demasiada
la participación sindical que entorpece y quebranta la
autoridad del
corporativo. Los consejos de administración en todas las
empresas están para velar por el patrimonio de la empresa
y por los derechos de los accionistas.
En cambio en la paraestatal, los consejeros de Pemex son miembros
del sindicato o reguladores en su mayor parte, con intereses
encontrados. El principal interés
del Secretario de Hacienda será asegurarse que Pemex pague
todos los impuestos y que salga bien el presupuesto. Su
preocupación no es si la petrolera está invirtiendo
lo suficiente o no, sino que no deje de pagar los impuestos.

El consejo de administración de Petróleos
Mexicanos debería estar integrado en su mayor parte por
miembros especialistas en materia
energética y petrolera, con una fuerte visión
empresarial y no por una mayoría formada por miembros que
sirven sólo a intereses políticos, o por
representantes sindicales que no tienen como prioridad la
eficiencia y
el desarrollo competitivo de la empresa.

5. Modelo de
Gestión de recursos humanos

Una gestión moderna de recursos humanos haría
que Pemex deje de ser una agencia de empleo
familiar o político para convertirse en una organización rentable, moderna, exitosa y
competitiva que promueva la selección de
personal basada en sistemas de
competencias,
en la capacidad y el
conocimiento y no en el compadrazgo o en el vínculo
familiar o político. Sólo así Pemex se
transformará en una empresa de clase mundial,
que considera fundamental el conocimiento,
la destreza y la capacidad de acción
de sus empleados.

Las organizaciones
modernas y altamente competitivas, promueven la selección
de personal basada
en sistemas de competencias, en la capacidad, la experiencia y el
conocimiento y no en el compadrazgo o en el vínculo
familiar o político. Pemex debe emular a las empresas
exitosas y de clase mundial, que consideran fundamental el
conocimiento, la destreza y la capacidad de acción de sus
empleados. La paraestatal debe administrar sus recursos humanos
con métodos
más congruentes a los tiempos modernos y con los modelos de las
organizaciones competitivas de hoy.

Pemex y el Sindicato
petrolero

Es necesario que se desaparezca el control del sindicato sobre
la paraestatal. Tanto la administración del sindicato
petrolero como la dirección de la misma paraestatal, han
contribuido a establecer una serie de patrones de conducta y malos
hábitos en gran parte de los trabajadores sindicalizados y
de confianza. El sindicato petrolero, con sus 32 secretarios
seccionales, ha sido un pesado y costoso lastre para la
paraestatal y como la mayoría de los sindicatos de
nuestro país, ha servido para transformar a hombrecillos
grises en poderosos personajes, dueños de grandes fortunas
y poseedores de un gran poder
político que los convierte en favoritos del presidente de
la
República en turno, lo que les da un blindaje a prueba
de cualquier intento de auditoría o sospecha de enriquecimiento
ilícito. Además de que el organismo sindical sirve
para desvíos millonarios de recursos destinados a
financiar campañas políticas.
El sindicato representa un costo para Pemex de tres
dólares por barril de petróleo extraído.

Inversión
privada

Si bien es cierto que las privatizaciones dentro de las organizaciones son
sin duda un fenómeno de alcances notables alrededor de
todo el mundo, hay que tomar en cuenta que la inversión
privada en la actividad petrolera, en muchos casos es equivalente
a concesiones, contrato riesgo,
explotación o extracción de recursos. Esto
significaría privatizar las decisiones más
importantes y las responsabilidades, pero principalmente las
ganancias obtenidas de la renta petrolera. Aunque las empresas
privadas son, en general, más eficientes y exitosas que
las empresas públicas, pues las primeras se conducen por
intereses más empresariales que políticos, es la
falta de inversión en la empresa la que magnifica esa
diferencia. Esta falta de inversión en Pemex se debe a su
elevada carga fiscal. Si a la paraestatal no se le retiraran sus
recursos obtenidos de la renta petrolera y los ingresos
excedentes generados por el alza en el precio del
petróleo, la paraestatal tendría la capacidad de
inversión suficiente para cubrir sus necesidades
básicas de mantenimiento
y contaría con capacidad para crecer y adquirir
infraestructura tecnológica que la posicione como una de
las petroleras más modernas y eficientes en el mundo. Hay
otros caminos que se pueden tomar donde pudiera participar la
empresa privada, sin que esto signifique privatizar Pemex o
comprometer los recursos petroleros de la nación,
relacionados con la venta y comercialización de sus productos
terminados. México no requiere de nuevos o más
acaudalados empresarios millonarios surgidos de la renta
petrolera, que figuren en el top ten de los más ricos del
mundo, México necesita que los ingresos generados por la
extracción y comercialización del petróleo
se traduzcan en mejorar las condiciones de vida de todos los
mexicanos.

Alianzas
estratégicas

En cuanto a las alianzas estratégicas con
compañías petroleras internacionales,
también tiene su riesgo. Parte central de las actividades
de estas petroleras consiste en evadir el pago de impuestos,
depredar yacimientos ajenos, contaminar el medio ambiente
irresponsablemente, pasar por encima de las comunidades o
financiar la exploración de alto riesgo con renta
petrolera extraída de otros países y que no fue
entregada a los países contratantes. En lugar de
formalizar alianzas, con unas finanzas
fortalecidas por la reducción de su carga fiscal, el
exterminio de la corrupción y políticas de
reducción de costos, se
podría adquirir la tecnología más moderna y
el conocimiento y la experiencia para incursionar en aguas
profundas.

El reto de Pemex es migrar hacia un nuevo entorno, conformado
por los grandes cambios mencionados, que le permitan fortalecer
sus finanzas, que le sirvan de impulsor para transformarse en una
empresa exitosa, moderna y competitiva y con esto terminar con
las inadmisibles propuestas de la apertura a los capitales
privados.

Hoy Pemex es codiciada por los grandes capitales nacionales y
extranjeros, está en la mira de la inversión
privada. La paraestatal tiene en la actualidad los ingresos
más elevados desde su fundación gracias a los
elevados precios del petróleo. Pero sus finanzas no gozan
de la salud que sus
altos ingresos podrían suponer. Se requieren grandes
cambios en Pemex. Se habla mucho de la inversión del
capital
privado y las alianzas estratégicas como únicas
alternativas para obtener los recursos financieros y la
tecnología para enfrentar grandes retos, como son ampliar
su capacidad de refinación y desarrollar proyectos de
exploración en aguas profundas que le permitan restituir o
aumentar sus reservas. Pero son mas bien los grandes cambios en
su régimen fiscal, en la administración de sus
operaciones y
en la erradicación de la corrupción, donde esta la
solución a su situación actual.

En estos tiempos, donde la carrera alcista del precio
internacional del petróleo parece no tener limites, la
mezcla mexicana de exportación se cotizó en 112.06
dólares por barril (21/05/2008), superando en un 128.7% el
precio de 49 dólares por barril fijado por el Congreso en
la ley de ingresos
para 2008. Es por eso que Pemex y el oro negro
mexicano, o el "tesoro de la nación" -como le han llamado
aquellos que abogan por abrir las puertas de la industria
petrolera a los capitales privados nacionales y extranjeros-,
está en los ojos de la codicia de aquellos que, como
piratas modernos, quieren arrancar ese tesoro de oro negro de las
manos de su legítimo propietario, la nación
mexicana.

 El mensaje de los arribistas sexenales, de los
oportunistas del sexenio, de los amigos del gabinete o piratas
del oro negro, es claro: tomar por asalto la industria petrolera
nacional y apoderarse del codiciado "tesoro nacional" y
convertirlo en botín de unos cuantos oportunistas.

El pueblo mexicano tiene la última palabra, la
solución está en sus manos: resguardar el
patrimonio petrolero como un verdadero tesoro de la nación
oponiéndose a toda acción encaminada a privatizar
Pemex o entregarlo al los grandes capitales privados,
transformándolo en un botín de oportunistas.

Esa es la disyuntiva actual: tesoro de la nación o
botín de oportunistas. Transformar a Pemex en una empresa
exitosa, competitiva y financieramente fuerte, mediante acciones como
el combate real a la corrupción, la reducción de su
carga fiscal y la autonomía de gestión; o por el
contrario, ceder la actividad petrolera nacional a la empresa
privada.

Referencia
bibliográfica:

"Pemex y el petróleo en México.
Tesoro de la nación o botín de oportunistas"

 

 

Autor:

Investigador, Conferencista y Consultor de
Negocios y Tecnologías de Información

Email: fplanc[arroba]gmail.com

Partes: 1, 2
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